Por muchas
satisfacciones o éxitos que tengamos durante el transcurso de nuestra vida,
siempre nos quedará algo imperfecto, algo que queremos sea mejor de lo que es. Sin
embargo, por mucho esfuerzo que pongamos en nuestras acciones, en algún aspecto
de nuestra vida tendremos menos éxito que en los demás, y quizá, sea ese
aspecto en el que más deseamos vernos realizados.
Todo esto
genera sentimientos de insatisfacción, enfado e ira reprimida. Pero ¿hacia
quién podemos enfocar este sentimiento? Hacia afuera de nosotros (los demás o
las cosas que nos rodean) o hacia nosotros mismos.
Consecuencias de la hostilidad hacia los demás
·
Críticas destructivas
sobre el desempeño de los demás
·
Resentimiento y
amargura por el triunfo de otros
·
No reconocemos ni nos
alegramos por los logros de los demás
Consecuencias de la hostilidad hacia nosotros
mismos
·
Nos vemos con muchas
desventajas frente a los demás
· Nos decimos palabras
como: “fui un estúpid@” “nunca debí hacer lo que hice” “no he logrado nada
bueno” “en todo me va mal”
·
Nos encerramos en
nosotros mismos
La Teoterapia llegando al conflicto
Cuando Dios,
ese ser que nos conoce totalmente, interviene, y nos
disponemos a dejarnos tratar por él, entonces experimentamos plenitud y
satisfacción, aún en los momentos más duros de la existencia humana.
Y aunque nos
falten muchos logros, aunque no veamos la respuesta divina, si mantenemos
nuestra conexión diaria con Dios, tendremos contentamiento y seremos felices:
“Aunque la
higuera no eche brotes,
ni haya fruto
en las viñas,
aunque falte
el producto del olivo,
y los campos
no produzcan alimento;
aunque falten
las ovejas del aprisco,
y no haya
vacas en los establos,
con todo yo me
alegraré en el Señor,
me regocijaré
en el Dios de mi salvación
El Señor Dios
es mi fortaleza:
Él ha hecho
mis pies como los de las ciervas,
Y por las
alturas me hace caminar”
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