El profesional de hoy busca desesperadamente un oasis en medio del desierto, un refugio seguro en medio de la tormenta que le brinde verdadera paz, pero no lo puede encontrar. Piensa que la paz la brinda una persona, un trabajo, una estabilidad económica, un mejor gobierno, etc. La ciencia ha hecho enormes esfuerzos para encontrar un camino que le ayude al ser humano a enfrentar con éxito las tensiones y presiones de la vida, pero lo único que ha podido comprobar es que la verdadera causa del desajuste es de índole espiritual.
La vida es un hermoso regalo de Dios, por esta razón es bueno reflexionar, sobre cómo estamos viviendo, si realmente vivimos en pos de la tranquilidad, la unidad y la felicidad o vivimos llenos de frustración y amargura, enojándonos por todo lo que ocurre, sea bueno o malo.
Ahora bien, la paz comienza en un corazón lleno de amor, con una permanente actitud de perdón y de reconciliación y una constante disposición de hacer bien a los demás. Es más que aprender a llevarse bien con los otros, es aprender a amarlos, a aceptarlos como son, procurando siempre el bien para ellos, practicando en todo momento la regla de oro de Jesús de Nazaret: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”
La paz implica comprender que cada persona es única e irrepetible, que tiene derecho a sus propios criterios, juicios y decisiones; que los intereses, deseos y necesidades son particulares; que las metas, propósitos e ideales ajenos no tienen que coincidir necesariamente con los propios.
Buscar la paz implica aceptar la posibilidad de los errores personales y de los otros, de las equivocaciones propias y de los demás. Es comprender que convivir es difícil, pero el amor de Dios en medio de nosotros lo hace posible.
Si hoy experimentamos frustración, tristeza o amargura; si hay recuerdos que tienen el poder de dañar nuestro corazón, es necesario que decidamos a partir de hoy ajustar nuestra vida a principios eternos y trascendentales que traen la verdadera paz, la paz de Dios.
¡La paz es un ideal imposible según los métodos de los hombres, pero posible según los métodos de Dios!